El barbero de Picasso, crítica teatral
21 Jun 2025
Borja Ortiz de Gondra se aleja de las habituales señas de identidad de su dramaturgia, sobradamente acreditada en piezas como Los últimos Gondra [memorias vascas] o Los otros Gondra, para adentrarse en el terreno de la comedia, con una historia construida sobre la realidad de la larga amistad mantenida por Pablo Picasso con su barbero, Eugenio Arias, ‘español, madrileño, de Buitrago de Lozoya‘, en Vallauris, localidad francesa en la que se conocieron, al final de los años 40’s del siglo XX, coincidiendo durante más de veinticinco años.
“Un día sin reír es un día perdido”
La elección realizada a través del casting de intérpretes ya anticipa los aires de comedia por los que opta el autor, con un elenco formado por especialistas en el género, con Pepe Viyuela (Guitón Onofre, Tartufo, Mil novecientos setenta sombreros, Esperando a Godot, Un bar bajo la arena, Filoctetes), como ‘Picasso’, Antonio Molero (Luces de bohemia), como ‘Arias’ y José Ramón Iglesias (Mañanas de abril y mayo, Lo fingido verdadero), como ‘Valdés’ (un político comunista español también en el exilio), además de Mar Calvo (Abre el ojo), en el rol de ‘Jacqueline Roque’, segunda esposa de Picasso. El inicio de la propuesta es toda una declaración de principios, con una estupenda escena de Antonio Molero, sin articular palabra, buscando el lugar adecuado, en la barbería de Vallauris (Francia) de su personaje ‘Arias’, donde colocar el transistor a pilas con el que sintonizar la retransmisión radiofónica de una corrida de toros emitida desde España.
“¡Los toros es lo único que nos queda de España!”
Sin embargo las cotas de humor alcanzadas en esa primera escena no se vuelven a recuperar en el desarrollo de un texto demasiado superficial que no aprovecha las posibilidades del planteamiento inicial: dos españoles viviendo el exilio en Francia, la fama y popularidad de un personaje como Picasso, la melancolía y añoranza de una patria que ya no existe, ni existirá, la represión del franquismo, Francia como país de la libertad, los terrenos de las discusiones, desde la política a los toros, ¿Luis Miguel Dominguín o Antonio Ordóñez?, el gusto patrio por los aguafuertes y los contrastes, ¿blanco o negro?, ¿arte que se entienda o que sugiera?. Y la nostalgia que lo embarga todo.
“¿Qué quiere decir moderno?…¡que no se entiende a la primera!”
Chiqui Carabante, co-autor y director de ‘Alfonso el Africano’, se encarga de llevar a la escena la pieza escrita por Borja Ortiz de Gondra, pero la falta de conflicto en su trama, la hace deslizarse por un terreno demasiado acomodaticio que evita las aristas, perdiendo interés.
Entre las interpretaciones es destacar los aires de melancolía que Antonio Molero sabe dotar al personaje de ‘Arias’, haciendo visible a tantos españoles que vivieron el exilio a su pesar, en conexión permanente con los suyos que quedaron al otro lado de la frontera, a muchos de los cuales no volvieron a ver más.
“Los españoles no hacemos nada como todo el mundo”
Walter Arias diseña una eficaz escenografía, fija durante toda la pieza, que recrea la barbería de ‘Arias’’, con el acceso de entrada y salida de personajes en su fondo, acotada entre dos grandes banderas francesas. Muy realista pero funciona. Adecuadas aportaciones de Salvador Carabante en el vestuario y Peña&delMoral en el espacio sonoro.
Editorializante resulta que las únicas referencias políticas durante toda la pieza, en unos tiempos como los recreados, aún repetidas en más de una ocasión, sean a través de la afirmación de que Franco ‘no puede durar siempre‘, se convierte en toda una muestra de una excesiva liviandad, cayendo la trama más en un relato costumbrista, en el que tampoco llega a sobresalir el potente perfil de Picasso, recreado por Pepe Viyuela sin la necesaria fuerza que requiere. Que el segundo momento de mayor comicidad lo logre Mar Calvo, en el rol de ‘Jacqueline’, al beberse, en directo, el contenido completo de un porrón de vino, sin derramar nada y de un tirón, lo acredita; ilustrando la relación de su personaje con el genio malagueño: «¿Qué importa lo que digan de mí?… Que me quiero quedar con su dinero. Que le aparto de sus hijos. Sin embargo, nadie sabe lo que pasa entre nosotros cuando por fín nos quedamos a solas. Y yo sin él no sabría vivir»
“Una España que solo existe cuando el barbero y el pintor discuten sobre ella. Un lugar que no podrán habitar sin el otro.”
Propuesta que no logra confirmar la expectativas previas generadas, con una dramaturgia excesivamente ligera, aunque el autor sí logra concentrar su esencia con el texto que firma en el programa de mano: ‘Esa barbería es un mundo lleno de pasiones y contradicciones que solo existe entre esas tijeras y brochas. Cruzando sus puertas, en el exterior, Francia, el país de la libertad. Pero un país que nunca será el de este barbero y este pintor. Porque ya no son ni franceses, ni españoles. Son los ciudadanos de esa patria inventada que construye cualquier desterrado. Una España que solo existe cuando el barbero y el pintor discuten sobre ella. Un lugar que no podrán habitar sin el otro.’
Hasta el 20 de julio de 2025 permanecerá programada “El barbero de Picasso” en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español.
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