Los últimos Gondra (memorias vascas), crítica teatral

31 Oct 2021

AbrazoTras los éxitos cosechados por Borja Ortiz de Gondra alrededor de la historia ficcionada de la parte de su saga familiar agrupada en torno al apellido Gondra, habiendo obtenido el Premio Lope de Vega en 2017 con “Los Gondra (una historia vasca)” y el Premio Max a Mejor autoría teatral en 2018 con “Los otros Gondra (relato vasco)”, el dramaturgo ha estrenado, en el Teatro Valle-Inclán, sede del Centro Dramático Nacional, su nueva obra “Los últimos Gondra (memorias vascas)”, hasta el 21 de noviembre, con ocasión de lo cual también se volverán a programar, en el mismo espacio, las dos obras anteriores, la primera los viernes desde el 29 de octubre al 19 de noviembre, y la segunda los sábados entre el 30 de octubre y el 20 de noviembre.

“Es posible que no haya más memoria que las heridas” (Czesław Miłosz)

Más allá de los factores comunes que se comparten en las tres obras, el propio autor huye del concepto de trilogía, siendo tres historias que se sustentan cada una por si misma, aunque el valor completo del conjunto es innegable, reforzándose la idea de aportar una intención de superación y reconciliación sobre las ascuas de un conflicto fratricida anclado en la sociedad vasca durante demasiado tiempo, con la publicación de la novela “Nunca serás un verdadero Gondra” (Literatura Random House).

Coincidiendo con el décimo aniversario del anuncio del fin de la lucha armada por parte de ETA, las aproximaciones a lo ocurrido, desde la recreación, bien literaria, televisiva, cinematográfica o teatral son reiteradas, de las que las aportaciones de los Gondra son parte al igual que la de Fernando Aramburu con ‘Patria’ o de ‘Maixabel’ cuya historia recrea en la gran pantalla Icíar Bollaín.

“¿Cuánto vale vuestro dolor? …¿y cuánto vale el nuestro?”

Los últimos Gondra (memorias vascas), crítica teatral

Borja Ortiz de Gondra con esta tercera pieza quiere mirar al futuro, y recurriendo, como en las anteriores a ciertas dosis de ficción, mira al tiempo por venir en un escenario en el que él mismo ya no está, pero sí lo están dos hijos que realmente no ha tenido, Iker que ha conocido la cárcel de la mano de su militancia política radical y Eneko, artista plástico ocupado en su propia creación en el mundo del arte con intereses muy diferentes a los de su hermano, quienes junto al marido del propio autor, deberán repartirse su herencia, decidir que hacer con la casa familiar, con los viejos enseres, con una novela sin terminar del padre y sus propias cenizas …¿diluir las viejas heridas o abundar en las contradicciones familiares?. Pasar página, perdonar y perdonarse, o contribuir en la batalla actual del conflicto, participando de la lucha por adueñarse del relato. 

“Tú, en esta función, estás muerto”

La intención del autor por interpretar y dar testimonio del pasado, tanto por lo que se hizo, como por lo que se pudo haber hecho, incluso, por lo que no se hizo, refugiándose cada uno en la comodidad de lo políticamente correcto en cada momento, es encomiable, si bien es innegable un cierto afán de protagonismo endogámico, al intentar resumir todo lo sucedido en la primera persona del plural de la propia familia o, al menos, de un concreto apellido entre los propios. Efecto aún más acusado si tenemos en cuenta que el autor queda representado en esta obra, igual que en las anteriores, por su misma persona y por otro interprete que le recrea, dándose el caso que el original y la aproximación comparten escena al mismo tiempo. Ripio particular donde los haya.

Los últimos Gondra (memorias vascas), crítica teatral

La escenografía de Clara Notari, es un nexo común, mantenido y compartido, de las tres obras escritas por Borja Ortiz de Gondra respecto a su familia en el marco del conflicto vasco y es un acierto. El frontón cercano a la casa familiar de Algorta (Vizcaya), protagonista de fiestas y celebraciones, pero también de hechos dolorosos donde la responsabilidad sobre ciertos acontecimientos se oculta en sombras, ademas de ser marco para pintadas anónimas siempre acertadamente dirigidas a su destinatario o destinatarios. La fantástica iluminación de Juanjo Llorens y la prodigiosa videoescena de Álvaro de Luna consiguen convertir ese espacio en un terreno compartido por la recreación de la normalidad, sabiendo también hacer aparecer la irrealidad de lo que nunca sucedió o solo vive en los sentidos de quienes creyeron vivir experiencias concretas, lícitas pero subjetivas que solo anidan en su recuerdo. Adecuado diseño de vestuario de Laura Agustín.

“Nos hacen pagar a los padres las cuentas de los hijos»

Al margen de la dirección de Josep María Mestres, que vuelve a destacar, es pertinente reseñar el trabajado movimiento escénico creado por Jon Maya, quien consigue que los protagonistas de la propuesta tengan siempre el lugar adecuado donde más aportar para optimizar el resultado conjunto, sin duda uno de los puntos fuertes del espectáculo, consiguiendo que todos los integrantes en la representación conviertan sus movimientos en piezas de una coreografía casi perfecta.

Los últimos Gondra (memorias vascas), crítica teatral

Una rareza ocurre en esta propuesta, para los tiempos que corren, a través de la presencia de quince actores en escena, Ylenia Baglietto, Sonsoles Benedicto, Marc Bosch, Fenda Drame, Aizpea Goenaga, Samy Khalil, Markos Marín, Antonio Medina, Joaquín Notario, Lander Otaola, Pepa Pedroche, Victoria Salvador, Cecilia Solaguren y José Tomé, además del propio Borja Ortiz de Gondra, todo un alarde a valorar, pero que no parece sustentarse en una necesidad dramática real y concreta, más allá de la escenificación, por sujetos distintos, de todas las generaciones de la parte Gondra de la familia del autor, desde la época carlista, hace ya más de una centuria, hasta este momento, un decenio después del comunicado del alto el fuego de ETA.

cartel“Siempre igual, ellos …nosotros, ¿cuándo te vas a dar cuenta que no somos tan distintos?”

En este contemporáneo mundo ayuno de verdades absolutas, Borja Ortiz de Gondra crea un final (veremos si definitivo) para su historia de los Gondra, recurriendo a la cruda historia, pero también a su particular criadero de hechos ficcionados, especialmente en lo relativo a su propia familia, y ello encierra valor, también un cierto aire de protagonismo, pero muchos otros podríamos haber intentado el relato de nuestras peripecias en aquella historia, para empezar quien firma estas líneas, que vivió entre Vitoria (Gasteiz) y San Sebastián (Donosti) durante los años 1980 y 1981 y, fuera por lo que fuere, las experiencias de aquel tiempo siguen viviendo muy recientes en nuestra memoria, así que gracias a Borja Ortiz de Gondra por incitar nuestros recuerdos sobre un tiempo en el que sucedieron muchas mas cosas de las que pensábamos en aquel presente. Esperemos que el tiempo futuro sea mejor y nos permita sumar a todos, más allá de las trincheras y de los intentos de apropiarse del relato de lo que realmente sucedió.

 

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