Lo fingido verdadero, crítica teatral

26 Feb 2022

Lope de Vega y Carpio, el Fenix de los Ingenios, coetáneo de Tirso de Molina y Pedro Calderón de la Barca, amigo personal de Francisco de Quevedo, al mismo tiempo que mantuvo una gran rivalidad con Miguel de Cervantes y encendida enemistad con Luis de Góngora, vivió setenta y tres años a caballo entre los siglos XVI y XVII (1562/1635), construyendo con todos los anteriores y con algunos más, el refulgor del Siglo de Oro español, aportando una ingente obra que, solo en el terreno de las comedias, algunos especialistas cuantifican en más de 1.800.

escenografía

Los títulos más conocidos de Lope son “El perro del hortelano”, “Fuenteovejuna”, “La dama boba”, «El castigo sin venganza”, “El caballero de Olmedo”, “Peribañez y el comendador de Ocaña”, con otros títulos que, siendo menos conocidos se han abierto paso en la reciente cartelera teatral española, como es el caso de “Castelvines y monteses”.

“Todos, al principio, son de esta buena condición …luego hacen grandes maldades”

Ahora Lluis Homar, al frente de la CNTC, recupera una obra poco representada del Fenix de los Ingenios, titulada “Lo fingido verdadero” que sitúa a su autor como uno de los primeros en la historia de la escena en aportar una creación metateatral, es decir de teatro dentro del teatro, convirtiendo un texto escrito a principios del siglo XVII (1608) en una obra homologable al teatro contemporáneo de mas rabiosa actualidad en este siglo XXI.

Lo fingido verdadero, crítica teatral

También Pedro Calderón de la Barca exploró con acierto el metateatro en “El gran teatro del mundo” y quizás en ambas fuentes bebió Luigi Pirandello (1867/1936) para crear su obra “Seis personajes en busca de autor”. Pero es indudable que lo más destacado de “Lo fingido verdadero” es esa delgada linea roja que no termina de limitar, confundiendo lo uno y lo otro, lo que es ficción de lo que es realidad y a la inversa.

“Theatrum mundi. La realidad se asemeja al teatro. Lo verdadero tiene la misma textura que lo fingido”

No es una obra sencilla, que engloba dentro de sí tres diferentes relatos que ocupan lo que se presenta como la sucesión de tres jornadas entre las cuales se echa en falta una cierta continuidad narrativa. 

Lo fingido verdadero, crítica teatral

La primera jornada es un drama histórico que narra el acceso al poder en Roma de Diocleciano, dentro del periodo de la anarquía militar del Siglo III que inició la decadencia imperial, con una secuencia de emperadores algunos de ellos asesinados por sus propios sucesores. La segunda jornada es la que alcanza el mayor rasgo de metateatralidad, cuando una compañía de cómicos encabezada por Ginés, primero actor y dramaturgo, para devenir en mártir y converso, tras el desdén que le muestra la primera actriz de su compañía en plena representación ante el emperador, prefiriendo al actor protagonista antes que al director y autor. En la tercera jornada se representa un auto sacramental que termina con el sacrificio máximo de Ginés, camino de su lugar en el santoral como patrono de actores, actrices e interpretes en general.

“Teatro sobre el teatro. Teatro en el teatro”

Homar dirige el espectáculo respetando el texto original, sin intentar adaptarlo, ni versionarlo, acusando una cierta dificultad en adquirir un adecuado ritmo en la parte inicial de la propuesta. 

Lo fingido verdadero, crítica teatral

La escenografía de José Novoa sitúa como elemento principal una superficie elevada sobre el espacio escénico del Teatro de la Comedia, buscando acentuar la sensación de escenario que acoja el juego metateatral de teatro dentro del teatro, pero su altura es algo excesiva y desde el patio de butacas no se disfruta de manera óptima del efecto buscado. El vestuario diseñado Pier Paolo Álvaro es original buscando, como el resto de oficios técnicos, un aire contemporáneo que tan bien sienta a la metateatralidad de la propuesta, destacando la creatividad de las ropas que se eligen para Carino, con algún exceso en tules y bufandas en un alto número de personajes. Muy acertada es la música en directo, elegida por Xavier Albertí.

“Para ir a Dios …hay que ir sin Dios”

mártirArturo Querejeta (El principe constante, Tres sombreros de copa) compone un creíble personaje de Diocleciano, con altos desempeños de María Besant (El vergonzoso en palacio, Tres sombreros de copa) en una sugerente CamilaAisa Pérez (El desdén con el desdén, La señora y la criada) en la enamorada Marcela que rechaza a su dramaturgo y director, por los brazos del primer actor; pero sin duda es Israel Elejalde quien raya a mayor altura al encarnar a Ginés, soberbio a la hora de declamar el verso, haciéndolo con una gran naturalidad, captando la atención del público en cada uno de sus parlamentos. Junto a ellos Eva Trancón (Canícula, La ternura), Aina Sánchez (El gran mercado del mundo), Verónica Ronda (Ilusiones, Ricardo III, El médico de su honra), Paco Pozo , Jorge Merino (El gran mercado del mundo), Álvaro de Juan (El alcalde de Zalamea, La dama duende, El principe constante), Ignacio Jiménez (Madre coraje y sus hijos), José Ramón Iglesias, Miguel Huertas, Montse Diez y Silvia Acosta componen el elenco de quince interpretes que escenifica, con acierto, el espectáculo dirigido por Lluis Homar sobre un poco representado texto de Lope. 

A destacar la original presentación que los propios actores hacen de sí mismos al iniciar la propuesta, así como la ocupación de lugares que realizan, a lo largo y ancho del patio de butacas, en los momentos en los que no protagonizan la escena e, incluso, cuando un ángel interpretado por Aina Sánchez interpela a Ginés, situada entre el público, en guiño que busca implicar a los espectadores como parte de los interpretes y a éstos como si fueran aquellos.

“Morirás en comedia, pues en comedia has vivido”

Una de las señas de identidad de las que Lluis Homar está trufando su periodo al frente de la CNTC es la renovación del repertorio habitual de una compañía de teatro clásico, con aportaciones de obras no excesivamente representadas como éste “Lo fingido verdadero”, igual que sucedió hace unos meses con “El príncipe constante”. Cierto es que no es uno de los títulos más brillantes de Lope, desde luego tampoco de los más fáciles, pero ello no hurta el interés por ver representadas propuestas como éstas, a las que la Compañía Nacional de Teatro Clásico se acerca con respeto y empeño máximo. Interesante.

 

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