El proceso, crítica teatral

28 Mar 2023

Leyes, decretos, edictos, vademécums, autoridades competenciales, subsecretariados, organismos estatales, subvenciones, requisitos, timbres impositivos, requerimientos, ministerios, circulares de obligado cumplimiento, organigramas, tributación, entes gubernativos, multas, tasas, sanciones, normativa regulatoria, silencio administrativo, jerarquías funcionariales, sentencias, delegaciones del gobierno, entes autonómicos, consistorios, notificaciones, administraciones públicas, territorios, políticas, gobernadores, cabildos, diputaciones, senadores, diputados, ventanillas únicas, certificados digitales, claves PIN, jueces y juzgados, policías, mossos d’escuadra, ertzainas, guardias civiles… son conceptos que ilustran el Estado de nuestro hoy, en su evolución más contemporánea (y teóricamente más avanzada), en lo que se supone que es la respuesta más completa (desde luego más compleja) a las necesidades del ser libre que queremos ser, sin embargo el individuo, uno a uno, se siente (nos sentimos) atemorizado ante las diferentes expresiones de lo creado para saciar (aparentemente) sus menesteres.

cartel

“Nosotros sólo somos funcionarios subalternos y apenas entendemos de papeles; nuestro trabajo consiste en vigilarle. Eso es todo. Lo único que sabemos es que la autoridad, antes de disponer una detención se informa a fondo sobre las causas y sobre la persona del arrestado. En ésto no puede haber ningún error. Es la ley.”

Franz Kafka dejó inconclusa su obra ‘El proceso‘, que presenta la imagen de un ciudadano marcado como acusado de no se sabe qué, para que las consecuencias de ello, a pesar de todo, acaben con su existencia, asumiendo, con espartana y asceta aceptación, su propia responsabilidad sobre unos hechos cuyos detalles le son desconocidos y esquivos. Absurdo en grado sumo pero más cierto de lo que cualquier ficción puede imaginar y de ahí su terrorífica certeza.

La obra de Kafka y las peripecias del personaje de ‘Josef K.‘, sirven a Ernesto Caballero para construir un instrumento teatral de gran potencia, en el que nuestra contemporaneidad se ve representada de forma estremecedora. Todos hemos experimentado esa fría sensación de enfrentarnos a un monstruo, quizás deforme y con perfiles infinitos, que terminará encontrando argumentos contra nosotros tanto en aquello que hacemos de forma activa, como en lo no hecho, siendo, en ese caso, responsables de inacción. Hagamos lo que hagamos, seremos culpables y por tanto responsables, condenados al consiguiente castigo, donde la multa, o sanción económica, solo será la anécdota.

“La detención de usted me parece algo abstracto”

escena inicialErnesto Caballero opta por crear un ambiente envolvente, acertadamente frio y metalúrgico, que evoca las formas del teatro negro tan propio de la Praga natal de Kafka, donde las expresiones gestuales de los personajes cobran esencial protagonismo con el sabio empleo de la la luz y las sombras. Dos momentos iniciales deben ser mencionados por su conseguido resultado, por un lado la imagen con la que se terminan de acomodar los últimos espectadores que llegan hasta la platea, con un anónimo personaje interpretado por Paco Ochoa, que se hace visible en una de tantas ventanas de un gran, e imponente, edificio gris, mientras pulsa las teclas de una maquina de escribir, completando uno de tantos informes, fuera cae la nieve y su manto termina por enterrar todos los perfiles de la calle; la metáfora es muy acertada; tanto como la escena en la que dos agentes que arrastran al protagonista, ‘Josef. K.’, en la piel de un convincente Carlos Hipólito, quien cara al público muestra su perplejidad, sin saber la causa de su detención, pero aceptando con total certeza que eso no es lo más importante, sino el hecho que el poder, el sistema, la maquinaria de los hombres grisescomo herramienta de lo inevitable, haya decido poner el foco en él. ‘El Proceso’, el suyo, ha empezado y parece querer advertirnos que, quizás, el próximo sea a usted o a mí.

El proceso

“El castigo es tan justo como inevitable”

El procesoLos recursos técnicos con los que cuenta Caballero en esta propuesta teatral reman en la misma dirección de su visión, construyendo un cosmos asfixiante en el que la amenaza inicial termina, fatalmente, por hacerse realidad, generándonos esa incomodidad de lo inevitable que nos hace removernos en nuestra butaca. Destacadas aportaciones de Mónica Boromello en la escenografía, Paco Ariza en la iluminación, Anna Tusell en el vestuario, José María Sánchez-Verdú en la música original, Miguel Agramonte en el espacio sonoro, Sara Álvarez en caracterización y José Luis Sendarrubias en el movimiento.

“El coito es el castigo por querer ser felices” 

Carlos Hipólito (‘Oceanía‘, ‘Macbeth‘, ‘Copenhague‘, ‘La mentira‘, ‘El crédito‘) vuelve a hacer gala de la gran capacidad interpretativa que posee, para representar, de forma medida, concisa y creíble, al hombre normal, ese que podría ser cualquiera de los que ocupamos la platea y en esa naturalidad con que recrea a ‘Josef K.’ descansa gran parte del impacto brutal con el que nos llega el planteamiento creado por Kafka hace casi ciento diez años.

El proceso

Junto a Hipólito, un sólido elenco compuesto por Jorge Basanta (‘Willem’, ‘Huld’), Juan Carlos Talavera (‘Inspector’, ‘Ujier’, ‘Jefe de departamento’), Felipe Ansola (‘Estudiante’, ‘Azotador’, ‘Fabricante’), Paco Ochoa (‘Juez instructor’, ‘Hombre alto’, ‘El tío Albert’, ‘Block’), Olivia Baglivi (‘Señora Bürtstner’, ‘Leni’, ‘Niña Titorelli 1’), Ainhoa Santamaría (‘Señora Grubach’, Mujer del juzgado’, ‘Niña Titorelli 2’), Alberto Jiménez (‘Franz’, ‘El pintor Totorelli’, ‘El capellán de la prisión’), alcanza un sobrio resultado actoral conjunto.

con el capellán“La mentira se erige en el orden del mundo”

Acertada, y oportuna, decisión del Centro Dramático Nacional programando esta producción deEl procesode Kafka, en unos momentos como los actuales, en esta tercera década del siglo XXI, para los que el término ‘kafkiano’ parece diseñado a medida para adjetivarlos, a pesar de acumular ya más de un siglo de vida. Nos quedamos con esa cara de perplejidad que tan soberbiamente es capaz de recrear Carlos Hipólito, dando piel a ‘Josef K.’, mientras dos anónimos hombres de gris le arrastran hacia el ‘sin retorno’ sin saber la causa ni el por qué… exactamente igual que el atormentado ciudadano contemporáneo.

 

 

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