Blast, crítica teatral
08 Jun 2022
La compañía ‘Teatro En Vilo‘ creada por Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez es un reconocido proyecto del mundo de la escena y el espectáculo, algunas de cuyas obras han sido destacadas con nominaciones en los ‘Premios Max‘, como en el caso de ‘Interrupted‘ (candidatura a Mejor Autoría Revelación en 2016), ‘Man Up‘ (candidaturas a Mejor Espectáculo y Mejor Autoría en 2020) o ‘Generación Why‘ (candidatura a Mejor Autoría Revelación en 2019), al margen de otras propuestas celebradas por el público como ‘Miss Mara‘ o ‘Hoy puede ser mi gran noche‘.
Rasgos habituales en sus propuestas son la innovación y una cierta provocación que hace que el intento de ruptura de la cuarta pared, apelando e interactuando con el público, sea norma de la casa.
«¿Se puede cambiar el mundo desde este escenario?»
En su proyecto ‘Generación Why‘ planteaban otra de sus reiteradas señas de identidad, poniendo el foco en el conflicto generacional, algo por otra parte tan habitual en la historia del teatro, desde el clásico al contemporáneo de nuestros días, ya que en cada época son diversos y diferentes los autores, y tramas, que vuelven una vez y otra a reformular el mítico tema del hijo que termina por destronar, y también, no solamente como eufemismo, matar al padre. En aquella pieza el foco se ponía en la generación conocida como ‘millennials‘ (nacidos entre 1980 y 1994), de la cual forman parte las propias directoras, actrices y dramaturgas Andrea Jiménez y Noemí Rodriguez.
Ahora ‘Teatro En Vilo‘ da un paso más en su nueva propuesta “Blast”, termino inglés que se puede traducir por explosión, la cual comenzó a través de la publicación de un anuncio en prensa que decía así: “Se buscan actores y actrices ‘diversxs’ para proyecto performance. 9 horas de ensayos. Salario bajo. Compartirán el reto en una coreografiada investigación plástica abierta en escena. Altas probabilidades de éxito. Los aspirantes con disposición se personarán en el Teatro María Guerrero. Referencia: TEATRO EN VILO”.
«¡Me agendo el llanto porque no tengo tiempo!»
Aquel anuncio tuvo éxito, no podría ser de otra manera, respondiendo a él 970 candidatos, según confirma la propia compañía, entre los cuales resultaron elegidos siete jóvenes y diversos “artistas, activistas y visionarios menores de 26 años con la arrogancia, la esperanza y el humor suficientes como para creer que es posible cambiar el mundo desde un escenario” que era el reto que les lanzaron las directoras y dramaturgas, poniendo el foco, en esta ocasión, en la denominada ‘Generación Z‘, es decir la de los nacidos entre 1994 y 2010.
Es posible que tras la selección de protagonistas realizada y con el reto enunciado por Andrea y Noemí a su equipo, a partir de la pregunta ¿se puede cambiar el mundo desde un escenario? quizás algo prepotente, aún siendo evidente las diversas crisis que azotan nuestro mundo (económica, sanitaria, migratoria, identitaria, sistémica, generacional, climática, financiera, individualista, social, existencial, etc…) se iniciara lo que tuvo que ser, sin duda, un interesante proceso de experimentación sobre como hacer, como articular y como presentar un espectáculo a partir del embrión ideado por Jiménez y Rodríguez.
«Esto no es la Resad …¡aquí nos arriesgamos!»
Fuera como fuera, de aquel proceso ha devenido un texto del que se responsabilizan, al menos en el programa de mano, las dos dirigentes de ‘Teatro En Vilo‘, lo que conduce a una primera incongruencia sobre lo que se presenta sobre la escena del Teatro María Guerrero, ya que en los primeros minutos de la pieza los actores anuncian que lo que allí va a suceder responderá a un proceso de improvisación, siendo ello inexacto por lo indicado anteriormente. No hay improvisación y sí una representación de un guión preparado, ensayado y repetido en cada una de las funciones realizadas desde su estreno el seis de mayo. Es decir, en cada una de las veces que se ha hecho esta pieza, siempre Julia Adun, hacia el final de la obra, se acerca a las primeras filas del patio de butacas y pregunta a una persona por su situación amorosa, en un episodio excesivamente ‘edulcorado’.
Sobre la escena teatral se pueden hacer cosas de las más variadas, incluso representar una obra de teatro, a veces una conferencia e incluso una proclama política pueden tener cabida. En este caso no se trata de una obra teatral al uso, como tal, podemos decir que, quizás, sí haya planteamiento, pero el desarrollo es caótico y el desenlace no existe. Cierto es que las propias directoras y autoras se refieren en su pagina web, a este proyecto, como una “performance” y estamos de acuerdo, de eso se trata, sin revestirlo de exigencias fuera de alcance para lo que no está, pero que se recogen, al respecto, en la web de ‘Teatro En Vilo’ como “lo imposible hecho materia” o un “proyectil para el futuro”.
«Lo vamos a solucionar ahora los jóvenes del mundo …¡si ya era una mierda antes!»
Cada uno de los siete protagonistas, no sabemos si personajes que son interpretados, o personalidades reales a los que se dota de la capacidad de insuflar su reivindicación personal de las tablas del Teatro María Guerrero, nos comparte su visión desde su ‘diversidad’ dirigiéndose al público, para interactuar con él, como “vosotras” o como “vosotres” pero nunca como vosotros, única afección que el diccionario de la RAE, a fecha de hoy, asigna al pronombre personal tónico de la segunda persona del plural en el idioma de la lengua española. Lo que sí hay en cada uno de los alegatos de Nadal, Conchi, Iván, Saúl, Alex, Alejandra y Julia es rabia, grito, ira, insatisfacción, protesta, disconformidad …con algo de ‘ñoñería‘, hartazgo, rebeldía, queja, incluso violencia, deseo de venganza …y atisbo de una rebelión que parece querer experimentarse.
Sobre las capacidades, como interpretes, de los siete componentes del elenco, debemos mostrarnos cautos, reconociendo la entrega y esfuerzo que suman a la causa desencadenada por Andrea Jiménez y Noemí Rodriguez, que les lleva a proferir “Esto no es la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid) …¡aquí nos arriesgamos!”, ya que no tenemos herramientas para medir cuanto de lo que realizan en escena se debe a su interpretación y cuanto a su propia expresión personal. Lo que sí es justo reseñar es que la escena más destacada de la propuesta es protagonizada por Alejandra Valles cuando habla de la buena ciudadana que se espera que sea, con unas tan grandes exigencias (medioambientales, sociales, empáticas, familiares, identitarias, laborales, etc…) que le llevan a afirmar “No me da el tiempo para ser una buena ciudadana” …y ni siquiera para poner pilas a su vibrador.
«¡No me da el tiempo para ser una buena ciudadana!»
Desde el punto de vista puramente escénico, es justo reconocer que la escenografía, diseñada por Alessio Meloni, esta cuidada, siendo impactante la primera imagen que se brinda al público, cuando una caja escénica de blanco absoluto, digamos que nuclear por seguir en el uso de adjetivos contundentes, acoge una gran bola roja que amenaza con precipitarse hacia el patio de butacas.
Espectáculo polémico, queriendo ser ponderado en la calificación, que no responde a los planteamientos de una obra teatral, sino que utiliza el espacio del emblemático Teatro María Guerrero para realizar una ‘performance‘ en clave de la percepción de siete personas que, por su edad se corresponden con la llamada ‘Generación Z’, aunque lo hacen con la necesaria aquiesciencia de una compañía como ‘Teatro En Vilo‘, con integrantes de una generación anterior, y con el beneplácito del actual responsable del Centro Dramático Nacional, quien produce este montaje, en coproducción con Barco Pirata, permaneciendo en este teatro público durante seis semanas (hasta el 19 de junio), con asistencias medias de doscientas personas, queriendo ser generoso en el cálculo, cuando el aforo de la sede en la que se mantiene programado es de quinientas cincuenta personas. El coste de oportunidad quizás merezca una reflexión.