Realidad, crítica teatral

27 Abr 2021

El atípico año 2020, rompió planes y agendas a lo largo de todo el mundo y la celebración del ‘Año Galdós’ en homenaje al dramaturgo canario, Benito Pérez Galdós, al cumplirse el centenario de su muerte, no fue una excepción, consecuencia de lo cual ciertos eventos se han trasladado a éste 2021, como es la representación de su obraRealidad”, en la Sala Negra de los Teatros del Canal, a través de la compañía del experto galdosiano, Manuel Canseco, con versión y dirección de éste.

elenco

Canseco se acerca a la que fue primera obra teatral de Don Benito con gran respeto, dejando patente su veneración por el también autor de «Misericordia» o «Miau», obras a las que ya se aproximó inicialmente como ayudante de dirección de José Luis Alonso, en 1972 en el Teatro María Guerrero, y posteriormente desde su propia regiduría.

“A mi me devora el pecado, a él la perfección”

RealidadRealidad” es la primera obra teatral de Galdós, aunque inicialmente fue creada como novela, fue escrita en 1892 y presenta la trama de un adulterio, en un triangulo amoroso, en el que una esposa, en cómoda posición social y económica, Augusta Cisneros, casada con Tomás Orozco, hombre obsesionado con el altruismo como herramienta de perfección, que termina por ser pernicioso para si mismo y para las ansias de vivir de su mujer, quien encuentra en los brazos Federico Viera, galán acuciado por las deudas y sus dependencias de terceros, pero que sirve instrumentalmente a la dama, quien entre una cierta neurosis y el adulterio, opta por aferrarse a aquello que puede manejar.

En esta propuesta de Canseco no se intenta hacer contemporáneo el texto escrito a final del siglo XIX, se representa cual fué escrito por Pérez Galdós, y eso, por infrecuente en la escena teatral actual, casi sorprende. Aunque sirve de reflexión para comparar la evolución vivida hasta las empoderadas mujeres del hoy y comprender que, el menos en esta representación, no se puede decir que Augusta no tomara sus decisiones por sí misma, aunque si, como parece, el personaje galdosiano pudiera estar basado en Doña Emilia Pardo Bazán, a la que el escritor canario conocía tan bien, puede ser que lo avanzado de ideas del personaje, tenga su origen en la vital fuerza arrolladora de la escritora gallega.

“Los santos estarían mejor en el Cielo, la Tierra dejádnosla a nosotros los impuros”

Muy acertada resulta la escenografía de Paloma Canseco, donde destacan unos paneles de papel de espejo, a modo de paramentos, que devuelven al público la imagen deformada de lo que sucede, tanto en la “Realidad” del texto sobre la escena, como en la realidad de la platea ocupada por los espectadores. Estupendo el vestuario, responsabilidad de Tania Hurtado y Sastrería Cornejo. Los elementos técnicos nos imbuyen en la ciudad de Madrid en la que ocurre la trama, en aquel fin del siglo XIX, marcado por el fin del Imperio español y las negras sombras que se cernían anticipando la crisis ante el advenimiento de una nueva época.Realidad

Los catorce personajes descritos por Galdós en el original de esta obra, son reducidos en la propuesta de Canseco a cinco: Augusta Cisneros (Alejandra Torray), Tomás Orozco (Juan Carlos Talavera –Un bar bajo la arena-), Federico Viera (Adolfo Pastor), Leonor “La Peri” (Cristina Juan) y Clotildita (Cristina Palomo), con un desempeño en el que destacan las aportaciones de Alejandra Torray y Cristina Juan, muy natural la primera y divertida desenfada la segunda; aunque el trabajo actoral de todo el elenco es adecuado.

“Déjame a mi el pecado …y quédate tú con todos los escrúpulos”

RealidadMuy oportuna y justa esta nueva aportación al homenaje de Benito Pérez Galdós en un “Año Galdós” que se extiende más allá del 2020 en el que se cumplió el centenario de su muerte, y atinadísima la elección de su primera obra teatral, donde se acerca a un tema recurrente en su literatura, como son las mujeres, su relación y atracción respecto a ellas, a las que dispensaba un tratamiento adelantado a su tiempo, que le ha llevado a ser calificado como el primer feminista, aunque siempre evitando el matrimonio (murió soltero), hasta llegar enunciar: “Nadie encuentra completa dicha en este mísero mundo, y que es rarísimo hallar dos caracteres en completo acomodo y compenetración dentro de la jaula del matrimonio, pues el diablo o la sociedad o Dios mismo desconciertan, y cambian las parejas para que todos rabien, y todos, cada cual en su jaula, hagan méritos para la gloria eterna”.

 

 

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