De nuevo en aquel hotel

01 May 2020

De nuevo en aquel hotelPrimavera de 2020 en Madrid, los coches se habían evaporado del asfalto como por arte de magia, hasta el extremo de que las ambulancias no hacían  sonar sus sirenas mientras recorrían las calles desiertas. Gonzalo, tumbado en la camilla de la que le transportaba, no era capaz de discernir si estaba viviendo atrapado por una de sus frecuentes pesadillas o si era realidad lo que estaba viviendo.

Abría su boca buscando aire, pero lo que conseguía para sus pulmones no compensaba el esfuerzo al que se sometía para ello; sentía una fuerte presión sobre su pecho y un sudor frio que, más allá de su propia ropa, había empapado la sábana con la que le habían cubierto. 

No era capaz de discernir si estaba viviendo atrapado por una de sus frecuentes pesadillas o si era realidad lo que estaba viviendo.

Ya había pasado por dos centros sanitarios, comenzando por el privado al que solía acudir para hacer uso de su sociedad médica, desde el que le habían derivado hacia el gran hospital público de la zona noroeste, que saturado, tampoco pudo hacerse cargo de él, y ahora De nuevo en aquel hotelno sabía bien adónde le llevaban. Por la ventanilla pudo identificar la calle que estaban atravesando, y al hacerlo le sobrevinieron recuerdos vividos en un hotel de  esa zona varios años atrás. Pero descartó el pasado y prefirió pensar en el presente, deseando tener un futuro que vivir.

Percibió que la ambulancia en la que viajaba se adentraba en un espacio oscuro, que supuso un garage, y al poco fue consciente de encontrarse en un ascensor; las puertas se abrieron y un largo pasillo se presentó ante él, pero no parecía un hospital, ni una clínica, las paredes estaban empapeladas en madera de nogal y una mullida moqueta cubría el suelo por el que se deslizaban las ruedas de su camilla.

Descartó el pasado y prefirió pensar en el presente, deseando un futuro que vivir.

De nuevo en aquel hotelSe sobresaltó. Estaba en un hotel, pero no en cualquier hotel, sino en aquel cuyos recuerdos le habían asaltado unos minutos antes, al reconocer la calle que pudo vislumbrar a través de la ventanilla de la ambulancia.

Una simpática enfermera le dió la bienvenida y empujó su camilla hasta llegar a la habitación que iba a ocupar, rápidamente se sintió perfectamente ubicado, aquellas dos ventanas darían al patio interior, y supo a ciencia cierta que con una tercera ventana, más pequeña, pasaría lo mismo en el baño, justo a la izquierda de la bañera desde la que, tiempo atrás, recibió aquella invitación, imposible de rechazar, para compartir aquella espuma y sus burbujas, caliente una, heladas las otras.

El lugar del ‘minibar’ era ahora ocupado por un respirador, con las botellas sustituidas por una única …¡de oxígeno!

De nuevo en aquel hotel¿Podría ser esa habitación la misma que en aquella otra ocasión?, desde luego sería una paradoja increíble, pero lo descartó, pensando que todas las de esa zona del hotel serían similares y parecidas. 

Las sábanas no eran tan suaves como las que él recordaba de aquella otra vez, los albornoces habían sido sustituidos por camisones azules que torpemente anudados a la espalda parecían diseñados para dejar al aire culos alejados de cualquier pequeña huella de morbo. El lugar del ‘minibar’ era ahora ocupado por un respirador, con las botellas sustituidas por una única …¡de oxígeno!. Los techos le parecieron mucho más altos de los que lo recordaba, pero se reconoció así mismo que su atención no estuvo entonces en ellos; la gran cama no estaba, ahora sustituida por una articulable como las de cualquier hospital, y tampoco el espejo de cuerpo entero pegado a la entrada del baño, aquel que le proporcionó imágenes, a duo, ya convertidas en exclusiva propiedad de su recuerdo. 

La enfermera le ofrecía un zumo de frutas …pero él solo era capaz de ver los ojos de la mujer que tenía ante sí …respondiéndola que prefería tomar un vodka helado, como aquella otra vez.De nuevo en aquel hotel

El efecto de su ensimismamiento en sus propios pensamientos fue roto por la voz la enfermera que le ofrecía un zumo de frutas, aliñado con una gran sonrisa, pero él solo era capaz de ver los ojos de la mujer que tenía ante sí …respondiéndola que prefería tomar un vodka helado, como aquella otra vez.

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