Ceniza

18 Ago 2016

¡Que fluido está el tráfico de Madrid un domingo de agosto por la tarde!, en menos de doce minutos había recorrido la distancia entre aquel impersonal barrio residencial de un pueblo al oeste de la ciudad y el desvío de salida de la M-30 a la altura de la c/ San Marcelo.

Todo transcurría de acuerdo a como lo diseñó, aunque un persistente olor le dificultaba, por momentos, la concentración.

Todo transcurría de acuerdo a como lo diseñó.

CenizaLa historia con Silvia formaba parte del todo, pero la imagen de su cama, con ella tumbada de lado sobre la almohada, con la cara semitapada por su melena castaña, iluminada por los rayos de sol que se filtraban por la persiana, le sacó de sus pensamientos.

En ese momento se la imaginó en su puesto de trabajo, al día siguiente, realmente había trabajos que no estaban pagados, y el de ella era de esos; claro que gracias a ello se habían conocido, …lo cual les había dado la oportunidad de gozarse, sin demasiadas exigencias.

Alfredo se había evaporado.

CenizaCasi todo estaba hecho. Aún tenía unos minutos disponibles, hasta volver al lado de Silvia, con su objetivo consumado. Una inquietante paz le invadió, pero ni siquiera entonces pudo evitar que su cara expresara una leve mueca, interrogándose a si mismo, ¿que prevalecía en él, el objetivo cumplido o culpabilidad?, realmente lo primero, ¿lo segundo, por qué?, él solo era responsable de un golpe, de la seminconsciencia posterior y de haber apretado un botón, ¿quien le relacionaría con todo aquello?.

cenizaAlfredo se había evaporado, pero el extremo sufrimiento que le había generado con aquellas palabras, que resonaban en su cabeza desde hacía años, seguía con él. Volvió al hoy y al ahora; él no estaba donde dejó su móvil con los coordenadas GPS de activación de ubicación, pronto volvería a estar pegado, piel con piel, con aquella semidesconocida con la que había pasado el fin de semana completo, tras su primera cita del pasado jueves, y ella, Silvia, volvería el lunes a su trabajo como celadora responsable del crematorio del cementerio de la Almudena y lo peor para él seria conseguir olvidarse de ese pegajoso olor a carne quemada.

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