Mio Cid, crítica teatral

28 Oct 2020

Érase una vez un chiquillo de flequillo y sonrisa franca, en la España demasiado oscura y monocromática, en blanco en negro, de los años cuarenta del siglo XX, que no le impidió vivir sus propios sueños en color, galopando a lomos de ‘Babieca”, imaginándose ser Rodrigo Díaz de Vivar, ‘El Cid’, blandiendo una espada de madera construida, modestamente, por él mismo…hasta que la voz de su padre, una vez y otra, le sacaba de su ensoñación, recordándole sus obligaciones para con el negocio familiar del hotel que regentaba su familia.

Aquel niño voló buscando su sueño, recorriendo medio mundo y formándose en la Escuela de Arte Dramático de Westfalia, en Bochum; así como en la Jacques Lecoq, en París, o la Lee Strasberg en New York, convirtiéndose en un reconocido actor, en un camino que le llevó a la dirección teatral y la dramaturgia, hasta ser reconocido como miembro de la Real Academia de la Lengua Española, ocupando el sillón ‘Z mayúscula’.

Cantar del Mio Cid

“Aquel noble juglar fue un hombre anónimo al que solo se puede saludar desde el corazón”

José Luis Gómez (1940, Huelva), que cumplirá próximamente los 80 años de edad, es aquel niño que sigue teniendo dentro de sí al personaje de “El Cid” como ensoñación, hasta el extremo de haber realizado un profundo trabajo de investigación dentro del seno de la RAE, donde ingresó en 2014, a través del “Cantar del Mio Cid”, trabajo realizado en colaboración de la también académica, Inés Fernández Ordoñez, consecuencia del cual ha tomado forma esta representación teatralizada basada en el texto de autoría, aún hoy, desconocida, pero que el académico, actor, director teatral y dramaturgo, hace suyo para presentarnos en esta personalísima aproximación a la juglaría, donde quien nos dirige la palabra no es el protagonista del relato, sino el juglar que nos recrea los detalles de sus proezas, dando vida a cada uno de los personajes que en ella participan.

Mio Cid, crítica teatral

El original del “Cantar del Mio Cid” se desarrolla en tres partes: “Cantar del destierro”, “Cantar de las bodas de las hijas de Cid” y “Cantar de la afrenta de Corpes”; y José Luis Gómez, en esta propuesta, respeta esa estructura, así como el verbo de castellano antiguo en que fue escrito, utilizando unos pequeños interludios entre sus partes para participar con el público al respecto, con explicaciones que resultan brillantes y que suponen pequeñas conferencias sobre la obra que se comparte, con un resultado sobresaliente.

“Lo que resuena en este ‘Cantar’, a través de sus lenguas, es España”

En uno de esos interludios, Gómez, se sincera sobre el respeto mantenido en el castellano antiguo en que verbaliza el texto: “Me ha obligado a degustar y articular la lengua de otra manera, a sacar sonidos que estaban en el castellano y ya no están. Me ha conmovido el despertar textos y palabras de nuestras abuelas y bisabuelas”, añadiendo que en esas palabras escritas hace siete siglos aparecen todas las lenguas que en el país se utilizan hoy, en pleno siglo XXI (galaico, valenciano, aragonés, ecos del asturiano y hasta del vasco); “En este texto resuena nuestra casa, nuestra tierra, y no es patriotismo trasnochado a estas alturas de mi vida. Este cantar me lleva a un sentimiento de pertenencia, de identidad. Con las palabras de este poema tengo la sensación de estar profundamente enraizado en mi país, sin alardes de ningún españolismo”.

Mio Cid, crítica teatral

La puesta en escena de este espectáculo, dirigida por por el propio José Luis Gómez, es de una sobriedad absoluta, con toda la dimensión del escenario del Teatro de la Abadía desnuda y a la vista del público, puesta a disposición del movimiento del juglar en el que se convierte el protagonista, solo asistido por Helena Fernández Moreno brindando unas austeras notas musicales y algún efecto sonoro, al modo de las viejas técnicas teatrales; una silla y un vaso de agua completan el único, y mínimo, atrezzo. Unas simples, y bellas, sombras recreadas sobre el fondo de la escena son el único recurso técnico utilizado. El protagonismo absoluto lo tienen la palabra y la expresión gestual del juglar que concentra toda nuestra atención, haciendo saltar, en añicos, la cuarta pared de una sala teatral, como pocas veces hemos presenciado.

“¡Dios …qué buen vasallo si hubiere buen señor!”

Mio Cid, crítica teatralPara el recuerdo nos quedará la capacidad de meterse en el personaje que demuestra Gómez desde el mismo instante en el que suena la primera nota musical, momento en el que deja de ser él, para convertirse en una estupenda recreación del personaje del siglo XIII que nos aproxima al “El Cid” y a sus proezas.

Toda una delicatessen que merece ser paladeada por el aficionado teatral más exigente que, además de lo comentado sobre “Mio Cid”, incluye un regalo adicional cual es la declamación del conocido pasaje de «La Vida es sueño”, recitado por Segismundo que comienza por “¡Ay, mísero de mí …ay, infelice!”, que José Luis Gómez nos ofrece en alemán, recordando los años de su formación actoral, que nos llega a emocionar …aún sin saber alemán.

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Comentarios

  1. Una lección total de conocimiento del personaje, de su época y del uso del castellano antiguo, y una maestría sin límites la que nos transmite José Luis Gómez. Me dejó deslumbrada.

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