La manada, crítica teatral

22 Abr 2018

Instalados en la cocina de “La puerta estrecha” no somos espectadores,  somos “voyeurs” que observan la cotidianidad de la prole que nos presenta Daniel Dimeco, compuesta por tres hermanos que se vuelven a reunir en la granja familiar, en el desierto del Karoo (Sudafrica), en un terreno seco y árido que parece haber mimetizado esos rasgos en sus habitantes. La manada, crítica teatral

¡Aquí todo es desierto …mi cuerpo, mi alma!

El calor asola, con más de cuarenta grados en el exterior, las paredes arden y, a pesar de tener toda las ventanas abiertas, ni la menor brisa entra por ellas para calmar el sopor, Vera, la hermana mayor, recurre a una esponja mojada que aplica sobre su piel, escurriéndose sobre sus poros, entremezcladas, las gotas de sudor y las de agua; se oyen los balidos de las ovejas que buscan desesperadamente una sombra, así como el estridular de las cigarras que, con sus cópulas infinitas, impiden un solo segundo de silencio.

Todos nuestros sentidos se ven sugeridos, el olfato percibe el olor del café hirviendo o el aroma del estofado de carne con verduras que está en el fuego, los sonidos del exterior llegan hasta nuestros oídos, matizados por los del hervir del guiso y los golpes de los cortes de la cebolla y los pimientos sobre la tablLa manada, crítica teatrala de picar, pero el tacto y el gusto también se estimulan, estamos tan cerca de lo que pasa, que tenemos a mano las uvas y manzanas que hay sobre la mesa, o la  carne que Vera aprieta con algo más que afán culinario. 

Vera, Andries y Helen se criaron en esa granja, pero ahora es Vera quien vive allí aferrada a su pasado, pertenecen a la generación blanca del post-apartheid y responden a los estereotipos de los afrikáneres (africaans), pareciendo desorientados sobre su propio rol, su tierra, el antiguo régimen racista, la dominación y la violencia vinculado a él.

¿Qué pasó?, ¿que pasó? …¿qué pasó?. 

La manada, crítica teatralAndries es ahora un empleado de Vera y su marido, para el cuidado de las ovejas, huyendo de si mismo, de su propia conducta y de los abusos deshonestos realizados sobre quienes fueron sus adolescentes alumnas. Helen, la hermana pequeña, vuelve para refugiarse cerca de Vera, en un episodio que se repite entre las historias de sus sucesivos amantes y la necesidad de dinero.La manada, crítica teatral

El ambiente se hace denso, las historias de los tres hermanos se entremezclan, incluyendo los sueños nunca cumplidos y la realidad de unos  hechos que para siempre se quisieran olvidar. Es un universo endógeno, claustrofóbico e irrespirable en el que los instintos de quienes lo habitan se limitan a muy escasas combinaciones posibles, incluyendo el delito, el incesto, el resentimiento y el rencor, porque solo lo que se conoce mucho y se ha amado, se puede odiar.

Daniel Dimeco acierta al plantear su propuesta en el ámbito de los lazos parentales de una familia, con relaciones, muchas veces, condicionadas por el paso del tiempo. El espectáculo tal como se presenta hoy, pasó por el tamiz de un trabajo a través de improvisaciones realizadas por su autor junto con los actores.

La puesta en escena optimiza el espacio disponible en esta sala teatral madrileña y todos los recursos son administrados con mesura.

“Mi vida también se construye de huecos”

La manada, crítica teatralLas interpretaciones saben jugar adecuadamente con la propuesta del texto, más sensorial que sensual, hasta marcar el desarrollo con un huella animalmente sexual; con mención especial para la escena en que Andries (Rodolfo Sacristán) vuelve a hacer suya a Helen (Roksana Nievadis), mientras Vera (Raquel Domenech, espléndida al recrear las dificultades al hablar de su personaje) evita la mirada, estruja la carne que cocina entre sus manos y se muestra, magnífica, entre el éxtasis de su turbación y la contención debida.La manada, crítica teatral

Los secretos familiares siguen saliendo a la luz, durante la trama, escondidos en huecos de los muros de la cocina que nos acoge; el marido de Vera está a punto de llegar a comer y ésta pone la mesa… ¡la vida continua!.

Una muy recomendable propuesta teatral que recibió el Premio Max Aub de Teatro en Castellano Ciutat de Valencia en 2016, que supone una experiencia muy sugerente.

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