El jardín de los cerezos, critica teatral

18 Mar 2019

Tras ocho años al frente del Centro Dramático Nacional, Ernesto Caballero, pone cierre a su más alta responsabilidad en él, artística y de gestión, dirigiendo su propia versión de “El Jardín de los cerezos” desde la esplendorosa, y voluptuosa, capacidad técnica y de recursos que supone hoy el Teatro Valle-Inclán, de Madrid.

El jardín de los cerezos, critica teatral

Chejóv publicó esta obra, que seria la ultima que escribió, apenas unos meses antes de morir, pero sí pudo asistir al estreno de la misma, dirigida por Konstantin Stanislavski (creador del celebérrimo método interpretativo reconocido con su propio nombre) protagonizada por su propia mujer Olga Kniper el 17 de enero de 1904 en el Teatro de Arte de Moscú. En ella elige la forma de comedia para diseccionar una feroz crítica a la sociedad rusa de la época, poniendo el foco en el declive de la aristocracia de finales del XIX, engullida por la nueva burguesía nutrida de los estratos sociales que habían sido sus trabajadores, cuando no, sencillamente, sus esclavos. 

El jardín de los cerezos, critica teatral«La gente inteligente es tan estúpida!»

Lo escrito por Chéjov hace ciento quince años sigue en total vigencia, en una potente alegoría de los constantes, y continuos, cambios sociales que se vienen sucediendo en nuestras sociedades, donde nada, ni nadie, permanece, y la globalización sigue imponiéndose mas allá de las razas, ideas o creencias, pues el ser humano es único, aunque su piel sea negra, amarilla o blanca, y el acento en su forma de hablar no sea uniforme.

Caballero actualiza el texto y su implementación sobre la escena, y lo hace sin complejos, hablándonos de ello en el programa de mano…¡avisados estamos!, porque ésto es, y siempre será, Chéjov.

«Cerré los ojos …y huí»El jardín de los cerezos, critica teatral

En la fantástica caja escénica del Teatro Valle-Inclán aparecen teléfonos móviles, un tren que recorre la escena, un Lopahim con acento porteño, una Dunyasha con aires caribeños, un alocado Yepihodov, con aires surrealistas, montado a lomos de unas zapatillas que emiten unos desconcertantes sonidos; una sugerente casa de muñecas que recrea la mansión de los ancestros familiares de Lyubov Andreyevna, situada sobre una estructura diseñada por Paco Azorín, que adquiere vida propia a lo largo de la representación, que se abre sobre si misma para dar espacio al paseo familiar entre los cerezos, mientras las flores del otoño caen, en una de las más bellas secuencias del espectáculo; impresionantes lamparás de araña que iluminan los salones palaciegos ocupados por inacabables fiestas, amenizadas a ritmo de rock & roll y pop, y unas impresionantes proyecciones laterales que ocupan toda la altura disponible. Todo ello mérito de un estupendo equipo técnico con Ion Anibal  (iluminación), Juan Sebastián Dominguez (vestuario), Luis Miguel Cobo (espacio sonoro), Pedro Chamizo (video), ademas del reseñado Azorín.El jardín de los cerezos, critica teatral

«Nuestras grandes teorías sirven para embaucarnos …¡sólo hay misería y corrupción!.»

Carmen Machi vuelva a darnos muestra del magnífico momento que atraviesa, muy bien secundada por Nelson Dante como un sorprendente Lopahim, que si bien al principio puede resultar chirriante, termina por convertirse en uno de los puntos fuertes de la propuesta, junto con la notable prestación de Tamar Novas como Trofímov. Aunque desde el punto de vista interpretativo nos vuelve a llamar la atención el estupendo trabajo de Isabel Dimas, componiendo el papel masculino del anciano de Firs, de una manera sobrasaliente, lo que nos demuestra que su fantástica prestación en “En un bar bajo la arena” no es una excepción en su trabajo, sino lo habitual en ella. El jardín de los cerezos, critica teatral

Compacto, y homogéneo, trabajo del extenso elenco que, junto con las anteriormente mencionados, interpretan esta versión de “El jardín de los cerezos” del que forman parte Chema Adeva, Paco Déniz, Karina Garantivá, Miranda Gas, Carmen Gutiérrez, Isabel Madolell, Fer Muratori, Didier Otaola y Secun de la Rosa.

El jardín de los cerezos, critica teatral«La casa en la que vivimos hace tiempo que ha dejado de ser nuestra»

No parece nada casual que ésta haya sido la obra elegida por Ernesto Caballero para cerrar su etapa al frente del Centro Dramático Nacional, y la libertad con la que lo ha hecho tampoco. Si algo resume este texto de Chéjov es la alegoría del paso del tiempo, con esa mirada de Lyubov Andreyevna  al abandonar y alejarse de la que fue propiedad de su familia: la casa, el jardín… siendo consciente de que ya nunca volverá a recorrer aquellos pasillos y aquellos senderos, que ya solo habitarán en sus recuerdos, invadida de la melancolía de lo que un día fue y ya no volverá a ser. 

Ernesto Caballero puede estar tranquilo, su propuesta sobre Chéjov, sigue siendo Chéjov.

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