Vientos que nos barrerán, crítica teatral

09 Nov 2018

Julia, la hacendosa madre de la casa ha desaparecido, dejando tras de si un reguero de “tuppers” con comida para precalentar. Pablo, su marido, se pregunta incesantemente el por qué, superado por las circunstancias, sin encontrar respuestas y Tita, la hija, ha vuelto a la casa para acompañar a su padre, apartando, entre paréntesis y recuerdos, a Miguel, su pareja, y Requiem, su perro.

Vientos que nos barrerán, crítica teatral“¡Las madres no se van! …¿arroz o garbanzos?”

Cristina Redondo construye un texto en el microcosmos de la cotidianidad doméstica de una familia, atravesada por las circunstancias de la vida, en el que enfrenta a un padre y su hija a revisar los recuerdos del pasado, a través de las fotografías de los viejos álbumes de fotos, buscando lo que pueda ser la clave de lo que interpretan como un enigma: ¿dónde está mamá?, ¿con quien?, ¿no nos merecíamos, al menos, una nota, una despedida…?.

Laura Ortega, habitual ayudante de dirección de José Luis Gómez o Andrés Lima, entre otros, dirige el espectáculo, ubicando su trama en el espacio de la cocina de la casa, combinando los personajes, tanto los presentes, como los ausentes, en diferentes tiempos, donde el pasado se hace futuro y el presente pasado, creando una atmósfera un punto opresiva, en el que la baja iluminación se convierte en algo más que recurso. Olga López (escenografía), Irene Cantero (iluminación) y Miguel Ángel Burgos (espacio sonoro) aportan, desde los oficios técnicos, para crear la idea visual de Ortega sobre el texto de Redondo.

“Abro la nevera y te veo ahí, en tus malditos “tuppers” cocinados”.

Alfonso Torregrosa, interpreta a Pablo, personaje sobre el que recae la mayor parte de carga dramática del texto, siempre apesadumbrado y herido por la vida, haciéndolo con credibilidad, aunque por momentos caiga en una cierta sobreactuación, lo cual no impide que la desesperación que traslada nos conmueva. Maiken Beitia compone el personaje de Julia, dotándole de un punto menos de dolor que el de Pablo, ya que para ella el enigma no existe, consiguiendo, de forma acertada, que la atemporalidad de sus interactuaciones en escena, con el recurso a la analepsis (efecto flashback), doten al relato de un punto irreal. Andrea Trepat, como Tita, la hija, aporta las mayores dosis de naturalidad en el trabajo actoral, que en su conjunto es homogéneo.

Vientos que nos barrerán, crítica teatral

“Sospechar siempre de las personas felices”

La vida mancha” es el titulo de una película dirigida por Enrique Urbizu, en 2003, en la que, curiosamente, como en este espectáculo, participa Alfonso Torregrosa, y esa frase podría estar en la síntesis de esta trama, en la que el paso del tiempo, la rutina, el día a día, el dolor de los anclajes del pasado, los descubrimientos que una hija hace sobre su propia vida, mientras repasa la de sus padres a través de unas viejas fotos en las que posan sonrientes, son los ingredientes del retablo de nuestra sociedad hoy, que compone Cristina Redondo en un texto, seleccionado en el festival dFeria de San Sebastián, que ha sido elegido por los nuevos responsables del Teatro Fernán Gómez para formar parte de la programación de la sala Jardiel Poncela en esta temporada 2018/2019, en una atinada apuesta por el teatro contemporáneo español, joven y de calidad.

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