Una forma de hacer

04 Ago 2015

La crisis que desde 2008 nos asola y que se manifestó primero como la explosión de una burbuja inmobiliaria, que luego se extendió como financiera, contaminando la economía real y que ha llevado a nuestra sociedad española a las más altas cotas de sufrimiento, desde la restauración de la democracia, con la degradación del mercado laboral, a través de una reforma laboral injusta, a cuyo rebufo se ha sometido a España a ritmo de ERE’s y rebajas de salarios, con recortes en sanidad, educación y dependencia, ensanchando la brecha de la desigualdad, esa crisis, realmente es una crisis política y democrática, y como tal un nuevo hecho nos lo ha vuelto a revelar: el nombramiento de Wert como embajador de España ante la OCDE.Wert y Rajoy

Que el anterior ministro de Educación tenga interés en ser destinado, en representación de España, en una misión diplomática en París que es de las mejor pagadas, con retribuciones más allá de las salariales –palacete, servicio, etc…- donde, además, podrá coincidir con su, hasta hace pocos meses, secretaria de Estado en el ministerio y número 2, con quien, por cierto, se ha casado recientemente, es totalmente comprensible, lo inaudito es que un presidente del Gobierno, a cinco meses de afrontar un proceso electoral al que somete su propia candidatura, con todo lo que ha llovido en la legislatura, haga lo necesario para cumplir con los “anhelos” de su ex_ministro, solo se entiende dentro de una forma de hacer en la que el poder se administra como algo propio y no sometido al interés general, algo así como hago lo que quiero, con quien y donde quiero.

Este tipo de cacicadas, este tipo de nombramientos digitales, pone en solfa la tan aireada meritocracia de la que tantos hablan pero que no se pone en práctica, de ahí proviene la desconfianza de la ciudadanía en alza. Nuestra verdadera crisis afecta a la calidad de las instituciones y a los usos democráticos, ¿nos podríamos imaginar una España sin clientelismo político y sin corrupción?, en esa España no habría sido necesario hacer ajustes, ni se habría acabado con la protección al factor trabajo, ni habríamos retrocedido en derechos sociales.

Las secuelas financieras, económicas, laborales, sociales, etc… que tanto sufrimos los españoles desde hace siete años provienen de la crisis política y democrática que asola nuestras instituciones, de la cual el caso Wert es un solo un renglón más, aunque lamentable de por sí.

 

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