La fiebre

31 May 2015

Wallace Shawn actor y dramaturgo largamente vinculado a Woody Allen (Manhattan, La maldición del escorpión de jade, Melinda y Melinda, etc…) escribió el texto que da soporte a esta obra a la vuelta de un viaje a un país africano; desde entonces su vida ya no fue la que había sido hasta ese momento, igual que sucede con todos los que un día descubrimos África.

En el programa de mano de esta obra, reprogramada en la estimulante Sala Cuarta Pared, aparece la definición de la palabra fiebre (del latín febris): “Fenómeno patológico que se manifiesta por la elevación de la temperatura normal del cuerpo, y mayor frecuencia del pulso y la respiración”, y esa es la reacción que debió experimentar Wallace Shawm, como acomodado ciudadano occidental, enfrentado a la extrema pobreza que descubrió en su viaje a África, y en esa dicotomía crea la tensión dramática de esta obra.La fiebre

El texto fue escrito hace más de dos décadas, pero su representación en estos momentos es muy acertada. La crisis que vivimos en todo el mundo, en Europa y en España, hace que no sea necesario viajar a un país del tercer del mundo para enfrentarnos a la miseria extrema; hoy en Madrid, a minutos de nuestras casas, se vive en la pobreza más absoluta. Esa realidad y su dicotomía, es hábilmente empleada en el desarrollo de la obra, planteando un dialogo entre el protagonista y el público, quedando en el aire varias preguntas… ¿realmente hacemos lo que podemos?, ¿somos los inocentes que nos creemos?.

La puesta en escena, y la dirección de Carlos Aladro, tienen la perfección de lo sencillo, pocos elementos en escena, paredes desconchadas y una acertada iluminación, con unas proyecciones en video que ayudan enfatizar momentos puntuales del texto, pero todo supeditado al excelente trabajo de Israel Elejalde, en un monólogo de 65 minutos en escena en el que va recorriendo diferentes estados de ánimo, consiguiendo hacer presa del público desde el minuto uno, mientras utiliza toda clases de recursos a su alcance: gestos, miradas, cambios de ritmo, tonos de voz… a veces controlado, otras desatado, terminando por conseguir enfrentarnos a nuestras propias contradicciones desde las aristas cínicas de su personaje. Gran actor que confirma lo hecho en otros grandes trabajos, como en Misántropo.

La presencia en escena es compartida por Alba Celma, violonchelista que va remarcando fases de la obra con temas de Bach y Haendel, enriqueciéndola, pero que no se queda solo en ello, sino que interactúa con Elejalde en momentos puntuales de forma acertada.

El compromiso de Israel Elejalde con esta obra no se queda solo en su magnífico trabajo, sino que ha formado parte de la producción junto con Teatro en Tránsito y Kamikaze producciones, ocupándose del versionado, junto con Carlos Aladro.

Muy interesante espectáculo con una gran actuación y una nueva oportunidad para disfrutar de esta obra en esta nueva programación hasta final de junio. Una reflexión sobre cuestiones evidentes, pero que te hace pensar y reflexionar sobre cómo funciona el mundo y los equilibrios entre “ellos” y “nosotros”. Totalmente recomendable.

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Comentarios

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