Esperando a Godot, crítica teatral

05 Dic 2019

Hay teatro de lo absurdo y teatro surrealista; en la primera clasificación reina por mérito propio Ionesco («La cantante calva«, «La lección«, “El rinoceronte«, etc), el segundo se desarrolla a partir de explotar símbolos a través de los que evocar la realidad, de una forma aparente abstracta e, incluso, idealista, en este registro son referencias las propuestas realizadas desde el mundo del psicoanálisis por Sigmund Freud y Carl G. Jung, siendo Buñuel uno de los ejemplos más palmarios de esa propuesta a través de espectáculos concretos, al margen de las aportaciones de Jean Cocteau.

“¿Y si nos arrepintiésemos …de haber nacido?”

Aunque mucho antes, en clave española, Ramón María del Valle-Inclán anticipó los códigos de esa forma de hacer sobre la escena, a través del esperpento sobre el que se construyó el surrealismo en nuestro país.Esperando a Godot, crítica teatral

En pleno siglo XX, Samuel Becket, exactamente en 1952, publicó una obra que, en poco más de sesenta años, se ha constituido en un referente de la escena teatral, bajo el título de “Esperando a Godot” que, en nuestra opinión, utiliza las claves del surrealismo, y no tanto del teatro del absurdo, para enfrentar el hombre contemporáneo ante sus disquisiciones, a través de unas acertadas metáforas, que comienzan con el propio título de la propuesta.

“¡Estás mejor cuando yo no estoy!”

Vladimir (también conocido como Didi) y “Estragón (Gogo), esperan a Godot, pero es el paso de su propia vida lo que sucede, esperan el paso del tiempo, de cada día de su propia existencia, evocando una pareja de “amistad íntima”, hombre con hombre, mujer con mujer, hombre con mujer, son combinaciones que no afectan a lo sustancial entre dos seres humanos, hasta afirmarse el uno al otro: “no estábamos hechos para vivir juntos (50 años)”, solo unos segundos antes de responderse: “siempre dices lo mismo …y siempre vuelves”.Esperando a Godot, crítica teatral

Pentación programa el clásico de Beckett en el Teatro Bellas Artes, hasta el cinco de enero de 2020, bajo una eficaz dirección de Antonio Simón que se apoya en una escenografía fija de Paco Azorín, que recrea unas ‘retorcidas’ vías de tren que llegan hasta un tope de fin de trayecto sobre el que los personajes se apoyan para “echar un sueñecito”, bajo la sombra, entre protectora y fantasmal, de un árbol del que, en tan solo dos días, brotan hojas que cambian su apariencia. Adecuadas prestaciones de Pedro Yagüe en la iluminación y Ana Llena en el diseño de vestuario.

Todos nacemos locos …y algunos lo permanecen (igual)”

Durante la espera de “Vladimir” y “Estragón” aparecen frente a ellos “Pozzo” y “Lucky”, encarnando una potente alegoría sobre el poder, el despotismo y el servilismo.Esperando a Godot, crítica teatral

Destacadas interpretaciones de todo el elenco, estupendos Alberto Jiménez, como “Vladimir” y Pepe Viyuela como “Estragón” a quienes sientan muy bien los perfiles “charlotescos” dados a sus personajes, rezumando química entre sí, pero igualmente notables las prestaciones de Fernando Albizu como “Pozzo” y Juan Díaz como “Lucky”, quien asombra en un monólogo sobrecogedor, que emociona. Jesús Lavi defiende un papel con menor carga interpretativa, de manera correcta.

“¿A qué esperas? …¡espero a Godot!”Esperando a Godot, crítica teatral

Oportunísima esta programación de “Esperando a Godot” en unos tiempos en los que, efectivamente, la mayoría social del momento parece dedicarse a esperar que algo ocurra, antes de crear los condicionantes para que suceda lo que se anhela. Un texto que desliza dolor y humor en partes, casi, iguales, mezclando vulnerabilidad y coraje como solo el ser humano es capaz de hacer. Humanidad a raudales en su perfecta imperfección.

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