El poder y la falta de meritocracia

08 Mar 2020

El poder y la falta de meritocraciaCorría el año 1974 en una España que, aún, no había conseguido salir de las imágenes en blanco y negro, donde el color parecía una rareza que únicamente era capaz de inundar las calles, sin conseguir traspasar la mayoría de los zaguanes de las instituciones. Un joven ‘botones’, por supuesto de uniforme, formaba parte de la comitiva de una empresa, organizada para agasajar, con ciertos presentes, a los miembros de su Consejo de Administración, debiendo entregar dichos obsequios, por su propia mano; para alguna vez ser recibido en la puerta principal de los domicilios que formaban la lista de los destinatarios, mientras que la mayoría de las ocasiones era redireccionado hacia las puertas de servicio.

El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo” (Albert Camus)

A la hora del almuerzo, en una casa de comidas lo más barata posible para que hubiera sobrante de las dietas a cobrar por aquella tarea, uno de los otros dos integrantes de aquella peculiar embajada, los cuales triplicaban la edad del muchacho, se aventuraba en afirmar lo peligroso de los años que, entonces, estaban por llegar, diciendo: “mirad, todos éstos marqueses, condes, duques y empresarios, que hoy componen nuestra lista, son ricos y solo forman parte del Consejo de Administración de la empresa en que nosotros trabajamos, como alarde para conseguir la prebenda de una vivienda para determinada persona o resolver la necesidad de alguien allegado de forma magnánima, como por ejemplo el portero de su finca; el problema será cuando lleguen a los asientos del Consejo miembros con altas necesidades personales, suyas o de su entorno”.

Más allá de las afirmaciones de aquel chófer, que bien sabía como había conseguido su propio trabajo; de los asombrados ojos de aquel chico, por entonces aún en su pubertad; y de los cambios de personas y sistemas de elección que se sucedieron en la composición de aquel Consejo de Administración, desde entonces para acá; lo que es evidente es que el poder siempre tiende a rodearse de cercanos y propios, ignorando la meritocracia real, por supuesto, de los elegidos, pero también de los hipotéticos candidatos en base a su mérito objetivo.

“¿Tenía Miguel Blesa de la Parra el perfil profesional, de primer nivel, que se requería para presidir una entidad financiera tricentenaria como Caja Madrid, tal como determinó José María Aznar?”

El poder y la falta de meritocracia¿Era Luis Roldán el óptimo candidato posible para ser el primer no militar en presidir la Guardia Civil, tal como decidió Felipe González en 1982?, ¿los perfiles de Francisco Granados e Ignacio González eran los más apropiados para ocupar el primer nivel ejecutivo en los gobiernos de la Comunidad de Madrid, según eligió Esperanza Aguirre, acreditada ‘cazatalentos’ donde las haya?, ¿Tenía Miguel Blesa de la Parra el perfil profesional, de primer nivel, que se requería para presidir una entidad financiera tricentenaria como Caja Madrid, tal como determinó José María Aznar?. Las respuestas son obvias, ya que el tiempo siempre da, y quita, razones.El poder y la falta de meritocracia

Pero si una constante se da alrededor del poder es su fijación por elegir, sino en contra de la meritocracia, sí ignorándola, aún intentándose justificar en ella para sus decisiones.

En las pasadas semanas hemos sido testigos de los acontecimientos vividos alrededor del llamado caso “Delcygate”, en base a una supuesta reunión mantenida en suelo español por el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, pero entre los focos de la batalla dialéctica a costa de Venezuela, ha pasado bastante desapercibido un nuevo episodio del dueto que juegan entre sí, a lo largo del tiempo, “El poder y la falta de meritocracia”.

Estos idiotas nunca entenderán cómo van encadenados méritos y suerte. Si tuvieran la piedra filosofal, a la piedra le faltaría el filósofo» (Goethe)

El poder y la falta de meritocraciaEl Sr. Ábalos, en uso de su discrecionalidad al frente del ministerio de su competencia, ha maniobrado para que la empresa pública Renfe Mercancías Sociedad Mercantil Estatal S.A. haya incluido en su Consejo de Administración a Koldo García Izaguirre, y alguno de ustedes se preguntará,  ¿y quién es ese señor?, la respuesta es que se trata del principal asistente del ministro, acompañándole allá donde vaya, en los horarios que sea necesario; que ha trabajado, principalmente, como vigilante de seguridad y escolta, llegando a haber sido condenado, en dos ocasiones, la primera en 1991, penado con dos años y cuatro meses de cárcel y la segunda en 2011, imponiéndosele una multa de 900 euros por haber quedado probada su agresión a un menor de edad en un bar de Pamplona.

El poder y la falta de meritocracia

Lo más curioso de este caso no acaba con el nuevo consejero de Renfe Mercancías, quien no ha tenido que acreditar ningún conocimiento, ni capacidad o experiencia previa, para esa designación, sino que, al mismo tiempo que ello ocurría, su propia esposa, Patricia Úriz Iriarte, era seleccionada como “ayudante de secretaria” en el mismo ministerio que dirige el Sr. Ábalos, y lo hará con un nivel salarial 17, asignado directamente, siendo de los más altos posibles para la titulación académica acreditada por la Sra. Úriz (Técnica en Actividades Turísticas y Riesgos Laborales), cuya experiencia laboral se concentra alrededor de diversos puestos en el “sector de las grandes superficies”.

El cielo se gana por favores. Si fuera por méritos usted quedaría afuera y su perro entraría” (Mark Twain)

Seguramente el hecho de que hayan coincidido las incorporaciones de ambos cónyuges a puestos de trabajo del sector público relacionados con los asuntos de competencia directa del Sr. Ábalos es solo una casualidad, que ha querido que los procesos de selección meritocrática al respecto se hayan, casi, solapado, aunque, si no, siempre se podría aplicar el sentido de la afirmación de Mark Twain de “el cielo se gana por favores. Si fuera por méritos usted quedaría afuera y su perro entraría”, y a lo que se ve la Sra. Úriz, el Sr. García Izaguirre y el Sr. Ábalos profesan esa línea de pensamiento; desde el poder y la falta de meritocracia.

Artículo publicado en @elespanolcom el 08/03/2020: https://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20200308/poder-falta-meritocracia/473022695_7.html

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Comentarios

  1. Pedro Cano dice: abril 21, 2020 at 11:32 am

    La frase de Mark Twain resume perfectamente el contenido del artículo. Hace ahora algo más de 40 años, la mayoría de los españoles nos felicitábamos por nuestra entonces nueva Constitución, por la prometedora llegada de la democracia (uno de los sistemas, disculpen la gallegada, menos malos de los existentes).
    Llegamos a la actualidad y no integro en ella la desafortunada situación por la pandemia que ahora soportamos pues no quiero considerarlos de modo desfavorable para nadie (ya lo es suficientemente para el mundo).
    Se produce la arribada al poder de personajes que adolecen de mérito alguno para ello (este período no nace hoy, nació probablemente en 1996, en el siglo XX).
    No creo que deba extender más este breve comentario.
    Ahora toca reflexionar, la historia no tiene arreglo.

    • Muchas gracias, Pedro, por tu nuevo comentario y participación en https://www.traslamascara.com al hilo del artículo «El poder y la falta de meritocracia». Para mi lo realmente importante no es que lo hagan unos u los otros, lo esencial es que aquellos, y éstos, terminan por imponer sus propias decisiones aupando a las esferas del poder a sus cercanos, casi siempre alejados de la objetiva meritocracia con lo que ello limita a la sociedad en su conjunto a través de no contar con los mejores desde planos objetivos. Ese es el verdadero problema. Un fuerte abrazo, Pedro.

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