Consentimiento, crítica teatral

01 May 2018

Ocho personajes y siete interpretes, siempre en escena al menos seis, tanto de los primeros como de los segundos, que representan dos parejas estables, por un lado Raquel (María Morales) y Jaime (David Lorente), y por otro Kitty (Candela Peña) y Eduardo (Jesús Noguero), junto con dos “singles” que van  interactuando con aquellos durante la trama: Sara (Clara Sanchís) y Tomás (Pere Ponce).Consentimiento, crítica teatral

El espectáculo comienza en una de esas reuniones entre amigos, en casa de  una de las dos parejas, entre apuntes de confidencias, ironía, medias verdades y medias mentiras, mojadas en un par de copas. 

Tomás y Eduardo rivalizan en los juzgados, como profesionales del derecho, el primero es fiscal y el segundo abogado defensor; Jaime y Raquel también comparten esa misma profesión; mientras que Kitty es editora de libros y Sara es actriz.

«¿Cómo empieza uno a ser infiel?«

La complejidad de las relaciones de pareja a lo largo del tiempo, es uno de los temas más reiterados sobre la escena teatral y en nuestro recuerdo perviven producciones de los últimos años como los textos de Harold Pinter en “Traición” o  El amante, La clausura del amor (Pascal Lambert), Escenas de la vida conyugal (Ingmar Bergman), Bajo terapia (Matias de Federico), La mentira (Florian Zeller) o La noche de las tríbadas (August Strindberg), cada una de ellas con sus peculiaridades y particular foco. Consentimiento, crítica teatral

En esta ocasión la autora de este texto, Nina Raine, partiendo de esas relaciones de pareja y sus crisis, como alegorías existencialistas de vida, utiliza las infidelidades que testimonian a aquellas, para crear una coartada y plantear el caso de la violación, siempre reprobable, siempre rechazable.

Dos subtramas parecen entremezclarse a lo largo del espectáculo, para complementarse la una a la otra, revelándonos que ambas son las partes perfectas de un logrado texto. 

«Hay cosas que omití en mi declaración, ¡me violó!, ¡me violó! …¡me violó!»

Consentimiento, crítica teatralAl principio la víctima es Adela (Nieve de Medina), cuya imagen sobrevuela, como de forma irreal, e incluso borrosa, las imágenes de las reuniones de Jaime, Raquel, Eduardo, Kitty, Tomás y Clara. Ella llegó a juicio porque fue violada, pero allí se siente como la acusada, hasta el extremo que su agresor es considerado inocente, su dolor le lleva a la desesperación, gritando “hay cosas que omití en mi declaración…¡me violó!, ¡me violó! …¡me violó!”. Mientras tanto, el fiscal de su caso, Tomás, y el abogado defensor de su agresor, Eduardo, comparten risas y bromas, aromatizadas en alcohol, en un receso de su permanente duelo.

«¿Yo que soy?, ¿un daño colateral?«.

La vida se sucede, Jaime y Raquel entran en crisis, que superan con la ayuda de sus amigos, Tomás y Sara se encaminan a formar una nueva pareja en el grupo, a pesar del interés que ésta despierta en Jaime y Eduardo; hasta que Kitty traspasa uno de los límites que se había autoimpuesto hasta entonces, pagando a Eduardo con la misma moneda que éste ha utilizado con ella: sus infidelidades. Llegan los reproches, la incredulidad, el desconcierto, la rabia, la ira… y el momento en que ella dice …¡no!, ¡no!.Consentimiento, crítica teatral

La dirección de Magüi Mira en este espectáculo es muy acertada, utilizando sabiamente la adaptabilidad de los estupendos recursos técnicos del Teatro Valle Inclán y del Centro Dramático Nacional, así como el magnífico espacio escénico diseñado por Curt Allen Eilmer, consistente en una amplia pasarela de 16 x 6 metros, absolutamente limpia, solo ocupada por unas cajas de madera que los propios actores van moviendo como unos elementos de mobiliario, que en su interior encierran pequeño atrezzo (copas, sábanas, partes de vestuario, etc…), remarcado por un decorado en el fondo que parecen cajas apiladas, en las que hay huecos para que los actores queden, en determinados momentos, embutidos en ellos, como si fueran hornacinas, en cuya posición arrancan en la primera escena, para derrrumbarse en la escena final, en una conseguida alegoría.

Consentimiento, crítica teatral

«¿Derechos humanos o deseos humanos?«

En esta versión de Consentimiento dirigida por Magüi Mira se incluyen varias coreografías corales creadas para la ocasión, entre escena y escena, rememorando el recurso de los coros en el teatro clásico, de las que participan todos los actores, con la excepción de Nieve de Medina, en imágenes que sugieren la urbe y la sociedad donde se desarrolla la trama, con sus atascos, coches, muchedumbres, aglomeraciones …y en cada una de esas personas, sus propios problemas personales.Consentimiento, crítica teatral

Gran trabajo de interpretación de todo el grupo de actores y actrices, destacando especialmente Nieve de Medina que sabe dar al papel de Adela, la víctima, un sobrecogedor registro lleno de sensibilidad y autenticidad. Muy creíble también Pere Ponce al ponerse en la piel de Tomás, así como Candela Peña como Kitty. Jesús Noguero consigue una de las mejores interpretaciones que le recordamos, si bien debería moderar ciertas exageraciones, cuando pretende trasladar un exceso de enfado, rabia o ira. María Morales correcta como siempre, junto con un adecuado trabajo de Clara Sanchís y David Lorente, éste de menoConsentimiento, crítica teatrals a más.

«La gente utiliza la palabra amor como Hitler«.

Este espectáculo tiene una duración poco habitual, con su dos horas y cuarenta minutos, divididos en dos partes, pero la mejor prueba de que funciona es que no se hace largo y mantiene el interés durante toda su trama. Nina Raine elige a profesionales del derecho y de los tribunales para plantear en el seno de su propia intimidad una pregunta que retumba como una bomba, ¿que sucede si la violación se produce en el seno de un matrimonio?. La respuesta de la pregunta es evidente y la da Magüi Mira en su reseña en el programa de mano, a través de una cita de Aristóteles: “hacer justicia es buscar los argumentos a favor de tu adversario como los buscarías en tu propio favor”. Eso es empatía, y sin empatía no hay justicia”.

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